lunes, 23 de junio de 2008

Terminar con la hipocresía; por Gerardo Gallo Candolo.

Hay que terminar con la hipocresía, dijo el ex­-presidente es su primer conferencia de prensa.

En eso estamos de acuerdo todos los argentinos. Empecemos desde las coincidencias para arribar a la verdad de este conflicto.

Cuando uno analiza objetivamente los montos de las retenciones y llega a la conclusión que al productor, logrando una cosecha exitosa, le quedan 60 dólares por tonelada, y al estado 200 de la misma moneda, el argentino informado se pregunta ¿Qué hay detrás de las maniobras de este gobierno?

Pero sigamos analizando, con esos 60 dólares que obtiene el agricultor, su familia tiene que vivir todo el año e invertir en caso que le sobre algo. Como ejemplo, deduzcamos que un productor de 200 hectáreas de la mejor zona agrícola del país obtendría unos 100.000 $ para vivir todo el año e invertir.

¿Cuál es entonces la “renta extraordinaria”?.

El objetivo mismo del estado parece ser que no va en busca de la una supuesta renta sino del propio capital.

Hay otro dato que no podemos desconocer: los gastos e inversiones de esos miles de productores quedan en sus pueblos, dando trabajo a comercios, industrias y servicios. Patrimonio que inicia un circuito virtuoso de crecimiento y bienestar para ese interior del país. Esa es la economía real, no la de escritorio, producto del trabajo y del esfuerzo.

Trabajo, valor que traído desde Europa por nuestros abuelos, permanece con mucha fuerza en ese interior productivo que se antepone al agio de unos pocos.

Es más, esas simples ingresos hacen que los chacareros paguen impuestos a las ganancias, tributo coparticipable con las provincias que se deberían traducir en obras en sus propios distritos.

Caso contrario, esos fondos terminan como “retenciones” manejadas por el poder kirchnerista para doblegar voluntades. El envío del ejecutivo al congreso no es más que una nueva estratagema, que todo el pueblo, no solo los agricultores, debe desenmascarar.

Primero: Si la presidente apuntara a la pacificación de los ánimos, lo correcto sería dejar sin efecto la medida que originó el conflicto hasta que el Congreso, quien legalmente debe fijar los impuestos, se expida al respecto. Eso liberaría inmediatamente el comercio interno y externo.

Segundo: Al Congreso debería enviársele una propuesta amplia, para debatir desde la misma legitimidad de los derechos de exportación, sus tasas, su aplicación y destino de esos fondos, en caso que los representantes así lo determinen.

El Congreso no debería ser una oficina para avalar o no una decisión arbitraria del ejecutivo que pone en juego la paz social.

Tercero: Si la verdadera intención es dar más “democracia a la democracia”, no es al Congreso Nacional a quien se le debe solicitar un referéndum, sino al mismo pueblo, ya que las modificaciones a la Carta magna instituidas en 1994 establecen como mecanismo posible el de consulta popular.

Cuarto: El ardid del matrimonio presidencial es enviar la decisión del 9 de Junio, que habla sobre el “excedente del 35% de la soja”, pero nada habla del aumento en trigo, maíz y girasol. Fondos que, ilegítimamente, parece considerarlos propios y fuera de toda discusión.

Quinto: El ejecutivo inició un sondeo previo entre los congresales, especulando tener una mayoría de votos favorables a sus designios, haciendo uso de innumerables presiones a cada uno de ellos.

¿Acaso tantas decisiones en contra de los intereses nacionales no salieron de esta misma institución?

Cada persona tiene su precio, parecen razonar, sumado a la disciplina partidaria deberían ser los pilares para su respaldo.

Sexta : Si la propuesta fuese honesta, y no producto de la presión de las cacerolas ciudadanas, y de las encuestas de imagen de la presidenta que ya perforaron el piso del 20%, tendría que estar acompañada de gestos de conciliación y no de rencores acumulados en la contienda.

Designar al campo como extorsionador, autoritario, desabastecedor, desestabilizador, incendiario y otras maldades, no solo pone en el contrincante adjetivos que los mismos chacareros se cuidan de no utilizar contra el poder central, (cuando tendrían pruebas y mayor razón para utilizarlos), también explica el rencor que guarda el matrimonio a un sector que aunó a toda la ciudadanía para frenar oscuros designios.

Séptima: Por la magnitud e importancia del pleito, la discusión tendría que ser ampliada a la pública intervención de los sectores involucrados. Además las decisiones adoptadas deberían ser aprobadas por dos tercios de ambas cámaras, y no transformarse en un simple respaldo con manos levantadas en esas sesiones trasnochadas con debates al límite del quórum.

***

El Congreso de la Nación, órgano primordial creado por nuestra Constitución, nació después de décadas de guerras civiles, y dentro de sus substanciales responsabilidades fue la de fijar los impuestos que se cobraban en la aduana de Buenos Aires y la distribución equitativa entre las provincias de la joven Nación Argentina.

Este dato histórico no es menor, se ponía en forma una discusión que se alejaba de las armas para enmarcarla dentro de una cuestión de ideas y reflexión entre las provincias y el poder central. Es increíble que en pleno siglo XXI volvamos a debatir con los mismos peligros acechando nuestras familias.

El hombre de campo, protagonista en esta contienda, no conoce de imagen ni encuestas, para él esos temas se rinden todos los días: mientras los vecinos lo saluden con afecto significa que lo aprecian, y sirve como suficiente prueba.

Su lucha por los pueblos provincianos, no es más ni menos, que la lucha por la libertad; valor enquistado en lo más profundo del hombre del interior.

Los argentinos de las grandes ciudades desconociendo cuestiones técnicas, percibieron en los representantes del campo honestidad, sinceridad, trabajo, y en el poder ejecutivo las apreciaciones opuestas.

La ciudad también decidió.

Esperemos que esta vez, nuestros representantes reunidos por “voluntad y elección de las provincias que la componen... con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior…promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad…: invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia” cumplan su mandato.