La historia de los siete misioneros que llevó Luis D’Elía al acto de Cristina Kirchner prometiéndoles comida y “conocer Buenos Aires”.
“Estamos esperando que nos traigan el almuerzo, son las dos de la tarde y todavía no comimos nada”. Mirta De Lima está indignada. Tiene hambre. Viajó 14 horas desde Oberá, Misiones, para estar hoy en la Plaza de Mayo.
El movimiento Federación Tierra y Vivienda (FTV) que comanda Luis D’Elía le prometió el pasaje y la comida a cambio de su presencia en el acto de esta tarde transmitido por Cadena Nacional. Y Mirta aceptó por una sola razón: “Quería conocer Buenos Aires, a mi Cristina y su acto no me importan”.
Promesas incumplidas. El viaje no fue lo que esperaban. En la ruta hacía frío y los dirigentes a cargo del micro que llevaba a 48 personas decidieron comprar whisky en lugar de comida. “Compraron 5 botellas y el presupuesto para el grupo era de 300 pesos”, cuenta enojado José, otro misionero que se siente estafado.
A las dos y media de la tarde Mirta, José y cinco personas más -una de ellas embarazada y otra de apenas cuatro años- recibieron el almuerzo en una bolsa de nylon. Había pan, fiambre y mayonesa para un total de cinco sándwiches. Para tomar tenían una gaseosa de un litro y medio que les habían dado a las nueve de la mañana, cuando llegaron a la Plaza. Eso fue todo.
Los misioneros de D’Elía dicen estar acostumbrados a que los punteros políticos les ofrezcan comida a cambio de participar de movilizaciones. “Pero lo de hoy es una estafa, tenemos hambre”, repite Juan.
A pesar de la institucionalidad que profesa Cristina en sus discursos, el clientelismo político sigue intacto.
“Estamos esperando que nos traigan el almuerzo, son las dos de la tarde y todavía no comimos nada”. Mirta De Lima está indignada. Tiene hambre. Viajó 14 horas desde Oberá, Misiones, para estar hoy en la Plaza de Mayo.
El movimiento Federación Tierra y Vivienda (FTV) que comanda Luis D’Elía le prometió el pasaje y la comida a cambio de su presencia en el acto de esta tarde transmitido por Cadena Nacional. Y Mirta aceptó por una sola razón: “Quería conocer Buenos Aires, a mi Cristina y su acto no me importan”.
Promesas incumplidas. El viaje no fue lo que esperaban. En la ruta hacía frío y los dirigentes a cargo del micro que llevaba a 48 personas decidieron comprar whisky en lugar de comida. “Compraron 5 botellas y el presupuesto para el grupo era de 300 pesos”, cuenta enojado José, otro misionero que se siente estafado.
A las dos y media de la tarde Mirta, José y cinco personas más -una de ellas embarazada y otra de apenas cuatro años- recibieron el almuerzo en una bolsa de nylon. Había pan, fiambre y mayonesa para un total de cinco sándwiches. Para tomar tenían una gaseosa de un litro y medio que les habían dado a las nueve de la mañana, cuando llegaron a la Plaza. Eso fue todo.
Los misioneros de D’Elía dicen estar acostumbrados a que los punteros políticos les ofrezcan comida a cambio de participar de movilizaciones. “Pero lo de hoy es una estafa, tenemos hambre”, repite Juan.
A pesar de la institucionalidad que profesa Cristina en sus discursos, el clientelismo político sigue intacto.