Entrevista con Graciela Bevacqua. La ex directora del Indice de Precios al Consumidor del Indec, despedida por resistirse a la distorsión de los datos, cuenta la trama secreta de la intervención, cómo eran los aprietes de Moreno y por qué está segura de que, detrás del secretario de Comercio Interior, estaba la decisión de los Kirchner
Por Francisco Jueguen para LA NACION | Noticias de Enfoques | Domingo 5 de julio de 2009 | Publicado en edición impresa.
Una de las claves para desentrañar el fastidio ciudadano que desembocó en la derrota del kirchnerismo tiene que ver con la manipulación de las estadísticas públicas. Y sin duda el rol protagónico de la intervención oficial fue ocupado por Guillermo Moreno, tanto que su nombre quedó profundamente asociado al cachetazo electoral del domingo pasado.
El secretario de Comercio Interior parece ser la personificación gubernamental del intento de violar el secreto estadístico, el falseo de los índices y el apriete a los trabajadores que defendían una mayor transparencia. Pero sería ingenuo apuntar sólo hacia el polémico funcionario: hay suficientes motivos para ver detrás del manotazo de Moreno la firma del ex presidente Néstor Kirchner y de su esposa, Cristina Fernández. Así lo entiende Graciela Bevacqua, la ex directora del Indice de Precios al Consumidor (IPC) del Indec, que padeció en carne propia el rigor de la lógica kirchnerista.
"Tenía una buena imagen de él [por Kirchner] cuando asumió, pero todo cambió cuando comencé a sentir las presiones y, después, cuando manipuló el índice. Apoyaba su política de Derechos Humanos, pero la persecución de trabajadores en el organismo y el dibujo de los números sólo demuestran contradicción. No importa lo que haya pasado en las elecciones, estoy segura de que nada cambiará en el Indec hasta que no se vaya la intervención actual."
Tiene motivos de sobra para creerlo. Esta profesora de matemática, que trabaja elaborando indicadores desde hace más de 25 años (16 en el Indec), es miembro del Instituto Interamericano de Estadística (IASI) y una de las pocas profesionales capaces de producir un índice de precios en el país, debió soportar la persecución oficial antes y después de ser desplazada de su cargo en el Indec. Dos años después de la intervención, aceptó dialogar con LA NACION en su primera entrevista a fondo para un medio gráfico. Esta es su verdad.
"Kirchner quiere tu cabeza", gritó haciendo un esfuerzo por contenerse, una desencajada Clyde Trabuchi. Las pesadas palabras de su jefa sacudieron a Graciela Bevacqua. Era el lunes 29 de enero de 2007 y recién había entrado en su oficina de la dirección de precios del Indec tras un fin de semana plagado de angustia y nerviosismo: los datos provisorios ubicaban el índice de inflación en un 2,1%, una variación muy por encima de lo tolerado por el Gobierno.
Horas después, el director del instituto estadístico por ese entonces, Lelio Mármora, le recomendaba que se tomara vacaciones. Su defensa frente a Felisa Miceli y Alberto Fernández había sido efectiva pero la decisión venía de más arriba. Frente a todos los directores del organismo, Bevacqua firmó su obligada licencia y cruzó la calle para tomarse un café.
"Acaba de decir Mármora que estás desplazada del cargo." Trabuchi, la entonces directora nacional de Estadística de Condiciones de Vida, volvía a ser la mensajera. Ya cerca de las 20, le comunicaba a Bevacqua que su inflexibilidad le había costado el puesto: quedaba fuera del cálculo del IPC. La profesora de matemática se quedó helada. Su vida se paralizó, desde ese momento, atrapada en lo peor de la política.
Pero ése no es el principio de la historia. Las presiones comenzaron a ensombrecer las estadísticas nacionales en la tarde del lunes 29 de mayo de 2006, cuando Guillermo Moreno recibió por primera vez a Bevacqua en la secretaría de Comercio Interior.
Con una sonrisa de oreja a oreja, Moreno abrió la puerta. Las dos pequeñas y nerviosas mujeres, Bevacqua y Trabuchi, entraron en su amplia oficina y se sentaron alrededor de una mesa baja y larga. El funcionario puso música clásica, hizo una breve introducción en la que criticó las estadísticas brasileñas y destacó las que producía el Indec. Después sacó a relucir alguna de sus observaciones sobre la metodología. Bevacqua comenzó a explicar cómo variaban los precios de la ropa y llegó el primer exabrupto: "¿No te das cuenta de que estás haciendo mamarrachos?", gritó Moreno.
Se levantó nervioso y comenzó a caminar de un lado a otro. Abría y cerraba varias carpetas sobre su escritorio. Señaló una pila de zapatos, camisas, ropa que tenía en una esquina de su oficina, y dijo: "Yo quiero saber si esto está o no en el IPC. Esos pelotudos como Mármora o Krieger [entonces subdirector del Indec] no saben contestar una pregunta bien".
Tras dos horas de tensión, en las que las dos mujeres le ofrecieron hacer diferentes ejercicios sobre precios en los que no se violara el secreto estadístico o el resguardo del índice, Moreno confesó su objetivo. "Afirmó que era por los bonos [varios dependen de la evolución del índice de inflación] y dijo que quería "ceros" en todas las variedades del IPC", relata Bevacqua a LA NACION. El Estudio Bein & Asociados estima que el ahorro que logró el Gobierno hasta mayo de 2009 por la manipulación de datos asciende a US$ 15.660 millones.
"Nosotros, la patria, tenemos que pagar los bonos", explicó el funcionario después de llamar "antipatria" a las mujeres que le negaban el acceso a los más íntimos datos del índice de inflación. "Voy a hacer como en la vieja época peronista", agregó enojado y a los gritos. "Voy a esperar a cada encuestador del IPC, lo voy a llevar a tomar un café y le voy a tachar lo que no corresponda", amenazó.
A las 21, Moreno las acompañó a la salida. Antes de despedirse, Trabuchi recordó sus años de práctica de yoga y le recomendó al funcionario tener paciencia. "Nosotros hacemos el mejor índice posible y trabajamos seriamente", intentó tranquilizarlo. La reacción del secretario la dejó sin palabras. "Videla también", le dijo antes de desaparecer.
-¿Cómo comienza la presión del Gobierno para cambiar los índices?
-Todo empieza en la primera reunión con Guillermo Moreno, el 29 de mayo de 2006. Un lunes. Pero antes, a la semana de que asume Felisa Miceli [como ministra de Economía], en noviembre de 2005, ya pide una reunión a Mármora para que vaya a explicarle el IPC. Eso me sonó raro. Hasta lo que sabía por mi cargo, yo era la cuarta de la línea, lo habitual no era que fuera a hablar con la ministra. Más existiendo el cargo de Clyde. Lo cierto es que nos llaman a los tres. Al final, fui con Mármora. Preguntó cosas del IPC. Nada extraño. De estas reuniones tuve más de una antes de que apareciera Moreno. Todo fluía: había buen trato. Lo que se dice en los pasillos, es que [el ex ministro de Economía, Roberto] Lavagna le había puesto frenos a Moreno. Yo supongo que Miceli le dio vía libre. No sé si quería entrar al Indec y manipular el índice. Pero tenía un objetivo claro: necesitaba bajarlo.
-¿Cuándo se da cuenta de que es Moreno quien busca saber más del IPC?
-Antes de mi encuentro con Moreno, mandó a dos personas que respondían a él, pero que no se identificaron. Pedían la metodología del índice. Los recibí en la dirección y me reclamaron los formularios, que son secretos. No por el secreto estadístico, pero sí por un resguardo de la información. Si se revelan se abre la posibilidad a una manipulación, por lo menos en la cuestión visual hacia el afuera. Esta información se les niega, pero van a [la oficina de] difusión y buscan lo mismo. Hay muchas preguntas acerca de cómo se relevan diferentes rubros. Todos se negaban y por eso empezaron a llamar por canales informales a diferentes personas, gente conocida, y a preguntar: "¿Cómo se relevan los autos?" o "¿cómo toman los precios de las heladeras?". El IPC estaba totalmente resguardado. No importaba si venía Cristo a preguntar. Cuando le dijimos que no a los negocios [el listado de precios que releva el Indec], le hicimos una muestra para que pudiera trabajar. Tenía diferentes rubros que no tocaban el IPC. En ese entonces, quería estudiar los costos, la cadena comercialización, de diferentes sectores. Durante 2006, los distintos interlocutores se pelearon con Moreno. Primero Mármora y después Krieger. Un día Clyde [Trabuchi] levanta el teléfono y era Moreno. Adulándola, le pide una entrevista con ella y conmigo, porque quiere saber sólo sobre la metodología. Yo no quería enfrentarme con Moreno, por lo que decían los diarios. Pero fui, ese fue mi primer encuentro con él.
-¿Qué ocurre después de esa primera reunión con Moreno?
-Después de ese encuentro, se intensifican los pedidos. Quería indumentaria, electrodomésticos, algo diferente cada día. Y cada día hacíamos algo como para evitar darle datos del IPC. Un tiempo después, nos llamó Mármora y nos dijo que teníamos otra reunión con Felisa y Moreno. Yo le dije que no iba, menos si aún no tenía el cargo. Pero Mármora me prometió que iba a salir y accedí. Delante de Miceli Moreno tenía otro perfil. En ese entonces, estaba obsesionado con el tema del pan. Quería que costara 2,50 pesos. Luego lo sufrí por teléfono, no directamente sino a través de intermediarios. Cada vez que le entregábamos una estimación semanal, le molestaba algo, el durazno o cualquier cosa que subiera. Iba cambiando de interlocutor, primero [el entonces secretario de Política Económica, Oscar] Tangelson, después un asesor de Miceli y después Miceli misma. Era saturador. Todos me decían que Moreno era estratégico e inteligente. Para mí, siempre tuvo el objetivo claro, pero es bruto, torpe e ignorante.
Bevacqua frena el diálogo con LA NACION y hace un paréntesis. Cuenta que, en medio de las reuniones y las presiones de Moreno, Mármora buscó un respaldo, un papel firmado como herramienta para negarle formalmente el acceso a Moreno al IPC.
Mientras tanto, seguían las llamadas, ya diarias y dirigidas directamente a Trabuchi, del secretario de Comercio Interior. "Escuchaba los gritos, salía de ahí e iba al baño y me descomponía. Se me revolvía el estómago", cuenta Bevacqua y recuerda que, en esos tiempos, Moreno pedía que "truncaran el redondeo".
"Me quería ir, pero lo que me engolosinó es que después de cinco años me habían dado el cargo y me pagaban el sueldo completo", se justifica esta madre de tres hijos. Completa el cuadro con más estrategias propuestas por el secretario para bajar el índice: quería desestacionalizar el IPC y auditarlo con una comisión mixta del organismo y funcionarios de Economía. Así ingresó Beatriz Paglieri al Indec.
-¿Cómo fueron sus últimos días al frente del IPC, a fines de 2006?
-A fines de diciembre calculé el arrastre del IPC y le dije a Clyde que no podía irme de vacaciones porque me daba sumamente positivo. El problema más grande era en alimentos, porque las alzas en turismo y en las prepagas se esperaban. El 22 de enero a la tarde me mandó a buscar Clyde y me dijo que la había llamado Mármora. Le había dicho que venía una persona de Felisa para revisar la estimación. Era Paglieri. En la primera reunión fijó los temas de debate: "Turismo, prepagas, servicio doméstico y lechuga", dijo. En esos días, tuve una reunión general con todos los directores nacionales, Paglieri, el director y subdirector del Indec. Llegó el dato provisorio de inflación y volvió a dar 2,1%. Empezaron los gritos y me fui de la reunión. Sé que no entregaron el número que yo había dado, pero ya no estaba ahí. Yo había entregado el verdadero, pero ellos no. Eran las 20. Me di cuenta de que no había retorno. El domingo a la noche, cené con mis tres hijos y les dije que iba a ganar menos pero que no aguantaba más, que era mucha presión y que no iba a dibujar. "Mamá, te apoyamos", me respondieron. Me fui a dormir. Lloré mucho. El lunes siguiente me desplazaron. Me tendría que haber ido antes, pero el IPC era mi hijo, mi criatura, la gente que quería, el Indec que quería.
-Miceli justificó su salida diciendo que se necesitaba una economista y no una profesora de matemáticas a cargo del IPC, ¿qué opinión le mereció esto?
-Nunca más leí el diario, me hacía mal. Recién ahora lo estoy superando. Yo quería jubilarme en el Indec. Nunca estuve en contra del gobierno de Kirchner; creo que teniendo un buen IPC estás a favor del gobierno de quien sea. Es brindar las herramientas para la toma de decisiones.
-¿Cómo siguió su vida cuando volvió de sus vacaciones obligadas?
-Llegué en los primeros días de marzo. Fui a declarar con [el ex fiscal de la FIA, Manuel] Garrido. Fui la segunda, después de Clyde. Al volver al Indec, tuve que ir a un área no contaminada, a la de Economía dentro del Indec. En definitiva no elegí yo, eligió Krieger, ya director en ese entonces. Me fui a Sector Externo a trabajar en Comercio Exterior. Pero no estaba para hacer nada, no podía concentrarme. Allí me recomendaron que fuera al servicio médico de Economía. En marzo, Garrido sacó el dictamen y el tema pasó al [entonces fiscal Carlos] Stornelli, que me citó. Salí en el diario y me agarró un ataque. Al día siguiente echaron a mi nuevo jefe. El discurso generalizado era que Moreno había entrado al Indec porque yo había sido inflexible. Yo era como el enemigo. Ahí empezó mi licencia médica. Comenzó siendo de una semana y terminó el 20 de noviembre de 2007 [su segunda licencia fue entre mayo y octubre de 2008].
-¿Siguió sintiendo presiones tras su salida del IPC?
-En medio de mi licencia salió una oportunidad de trabajar en una asesoría en Uruguay. El servicio médico me pasó a la biblioteca en el contexto del plan de salud mental y sumé mis vacaciones para irme a la entrevista en Uruguay. Roberto Martínez [director de personal del Indec] me canceló las vacaciones y nunca logré llegar a la entrevista. Los quería matar, a él y a Ana María Edwin [hoy directora del Indec]. Gritaba: "Que vengan a mantenerme ellos". Hay un e-mail que cuenta que Edwin había llamado a la directora del INE en Uruguay diciendo que si nos contrataban a Clyde y a mí iban a involucrase en problemas internos del gobierno argentino. Me enteré después de que algunas asesorías que me habían salido, y después se cayeron, no avanzaron porque esta gente tuvo miedo de tener encontronazos con Kirchner. Con el sector privado pasó lo mismo. Igualmente, no estaba en condiciones para trabajar.
-Usted denunció una persecución judicial en su contra, ¿por qué?
-En enero de 2008 empezó el sumario [había empezado ya a formarse en septiembre] contra Luciano [Belforte, jefe de Ingresos del IPC] y la historia, no sé por qué, iba contra mí. Ahí me volví a sentir mal. Trabajé tres meses y me volví a caer. Buscaba trabajo y todos me decían que sí y después se arrepentían. Hablé con todo el mundo, no salía nada de nada. Igual, con la licencia psiquiátrica estaba de cama. Cada dos por tres había una llamada de la gente del Indec para ver si cumplía el horario en biblioteca, si había llevado todos los papeles que acreditaran mi estado. Vivía angustiada. Era un acoso permanente. Cuando a mí me desplazaron, buscaron minuciosamente para sacar algún trapo sucio y no encontraron nada. ¡Qué le voy a hacer, soy honesta! Pero esto no es una virtud, así deberíamos ser todos. Creo que tiene que ver con lo político, que no encontraron nada y buscaron la forma de meterme algo.
-¿Qué opinión tiene de Néstor Kirchner? ¿Cómo cree que quedará la situación del Indec después de la derrota del oficialismo?
-Tenía una buena imagen de él cuando asumió, pero todo cambió cuando comencé a sentir las presiones y después, cuando manipuló el índice. Apoyaba su política de Derechos Humanos, pero la persecución de trabajadores en el organismo y el dibujo de los números sólo demuestran contradicción. No importa lo que haya pasado en las elecciones, estoy segura de que nada cambiará en el Indec hasta que no se vaya la intervención actual.
-¿Cree que la Presidenta avala la manipulación de los índices oficiales?
-Pienso que en un principio ella no estuvo de acuerdo, o por lo menos eso quiero pensar. En su campaña presidencial aparecía en favor de mejorar la calidad institucional, pero no cumplió y terminó avalando la manipulación de las estadísticas del Indec. No cumplió con su palabra.
-¿Qué opina de la actuación de la Justicia en la causa abierta contra la intervención en el Indec que maneja el juez Rodolfo Canicoba Corral?
-Edwin está imputada y nunca la llamaron. Justicia y Gobierno son lo mismo. Hay pruebas suficientes como para demostrar que hubo manipulación.
-¿Qué opina de las estadísticas que produce hoy el Indec?
-Hay una metodología, que no se aplica, más allá de los problemas que tiene. Es una cosa de percepción y experiencia. Lo que resulta evidente, desde mi punto de vista, es que no usan la Encuesta de Gastos. Por algo no la publicaron, porque si fuera pública se pueden reproducir las ponderaciones. Igualmente, no están claras la metodología ni la población de referencia o cuáles son los cortes que hicieron, entre otras cosas.
-¿Cuál es el peligro de un país sin estadísticas confiables?
-Sin estadísticas confiables no hay herramientas para definir políticas claras y a conciencia. No hay información para la toma de decisiones en los planos social y económico. Al no conocer la verdadera variación del IPC no se pueden negociar salarios ni se puede saber sobre la pobreza o indigencia real, y también se pierde de vista el nivel de actividad.
-¿Por qué tomó la decisión de no contar lo que ocurrió en los medios?
-Me preservé de hablar por un millón de motivos. Están el miedo, la paranoia, mis hijos, tener que seguir viviendo cuando hoy no me quieren dar trabajo, ni siquiera en un escenario que es totalmente diferente al de 2007 y 2008. Pensé en mis hijos, en que tenía que resguardarlos de una persecución.
-Desde ATE Indec le critican que no se haya sumado a las protestas contra el organismo, ¿por qué no se apoyó en el gremio?
-Yo nunca milité en política. El juego político no lo entiendo. Yo soy una técnica y quiero conservar ese estatus. Sé que si no fuera por ATE, el tema del Indec no estaría en los medios. Hay que bancarse estar adentro y por eso los admiro. Yo me siento bien con mi conciencia. Cada uno hace lo que puede. Yo los admiro porque pueden y yo no. Pero tengo los ovarios para haber dicho que no y estar sola. En realidad necesito creer que estamos tirando, de distinta manera, para el mismo lado.
-Este año comenzó a elaborar su propio IPC en Buenos Aires City, ¿cómo se siente otra vez en ese trabajo?
-Es mi causa. La devolución a la sociedad de lo que conozco. Cuanta más gente sepa cómo se hace el IPC, menos posibilidad habrá de que en el futuro haya una nueva manipulación. Para mí es la devolución de conocimiento. Hoy no tenemos estadísticas de nada, y eso es grave para el país. Yo le debo a la sociedad lo que aprendí en 15 años. Estoy orgullosa de pertenecer al Indec y de hacer mi trabajo lo mejor posible. Ojalá esto me pudiera ayudar a mantener a mi familia, pero no alcanza.
-¿Qué impacto tuvo lo que le sucedió en su familia?
-Sigo con psiquiatra, con medicación y no sé cuánto va a durar. Mis hijos lo sufrieron, yo no quería que atendieran el teléfono en casa. Se pudrieron de mí, de la situación. Fue complicado desde lo económico, desde lo psíquico, desde lo emocional. Una busca trabajo, le dicen que sí, pero que no pueden. Algunos me dicen que fui desaparecida.
Graciela Bevacqua es una persona a la que le gusta hablar, pero sólo bajo la protección periodística del off the record. El miedo a las represalias hizo mella en la personalidad, hoy asustadiza, de la mujer que resistió hasta donde pudo las presiones del Gobierno. Esta entrevista con la ex directora del área de precios del Indec, la primera en ser desplazada del organismo, comenzó a gestarse hace casi dos años. En ese entonces, después de insistentes llamados sin respuesta, acudí a su amiga Marcela Almeida, quien hasta la intervención calculó el IPC Nacional, para que me hiciera de puente con ella. Después de un primer encuentro en un bar de Santa Fe y Paraná, hubo cerca de 20 más a lo largo de los dos últimos años donde fluyeron las más tremendas revelaciones sobre cómo lo peor de la política se filtró en pasillos donde debería primar la ética y el conocimiento técnico. El encuentro en el que la matemática decidió abrirse a las preguntas de LA NACION fue en un bar de un shopping de Palermo. Comenzó con la sonrisa de una mujer atemorizada, pero dura y precisa, y terminó con el llanto de una solitaria madre de tres hijos a la que le cuesta ganar el sustento de los suyos.