¿Cuál es la principal diferencia entre Néstor Kirchner y el presidente brasileño, Lula da Silva? La mejor respuesta a ese interrogante la dio el pensador Santiago Kovadloff: "Un hombre que pierde tres elecciones aprende a aprender."
Los Kirchner, por lo visto hasta ahora desde su dura derrota parlamentaria, se niegan a aprender. Desde 1987, cuando Néstor asumió la intendencia de Río Gallegos, han hecho del estilo de gestión centralista y confrontativo un emblema. Desde entonces hasta los comicios presidenciales del año pasado, el matrimonio no perdió ninguna elección. ¿Por qué cambiar si a lo largo de veinte años nos ha ido tan bien?, parecería pensar la pareja gobernante.
Algo no está funcionando, sin embargo. El deterioro del poder kirchnerista ha sido ostensible desde que se inició el conflicto entre el Gobierno y el campo. Y ni siquiera un rebote en la imagen positiva de Cristina Kirchner que mide la consultora Poliarquía -pasó del 20 al 28 por ciento en julio- hace ilusionar a los seguidores de la fracción oficialista.
En días recientes, los Kirchner percibieron tantas señales de rebeldía como nunca antes en sus últimas dos décadas.
Néstor jamás había recibido tantas sugerencias para dar un paso al costado y dejar de ser "un ex presidente en ejercicio del Poder Ejecutivo". El gobernador chubutense, Mario Das Neves, se animó a recomendarle que se dedicara a viajar y a brindar conferencias o servicios de consultoría por el mundo. Su par bonaerense, Daniel Scioli, tras algunos pasos en falso que lo hicieron bajar en las encuestas, se animó a sugerirle que se ocupara exclusivamente de la conducción del PJ y que impulsara una autocrítica.
El mandatario sanjuanino, José Luis Gioja, de cuya fe kirchnerista no parecía dudarse, habló pestes de Luis D Elía, y no pocos oficialistas, como el senador José Pampuro, se muestran condescendientes con Julio Cobos.
Lo peor para el kirchnerismo está por venir. Al igual que ayer lo hicieron los gobernadores de Córdoba, Juan Schiaretti, y de Santa Fe, Hermes Binner, comenzarán a llover sobre la Casa Rosada pedidos de mandatarios provinciales de fondos para enfrentar dificultades fiscales que podrían incrementarse si la economía se desacelerara.
La nueva ley de coparticipación federal, tan postergada, podría convertirse en una demanda cada vez más concreta. Sólo falta que se sume públicamente Scioli, pero no es impensable que las presiones lo lleven en algún momento a hacerlo.
El Gobierno quiere desquitarse del campo: evalúa un proyecto para subir las retenciones a las exportaciones de soja. Sigue procurando recaudar más. No advierte que perdería nuevamente la batalla, a menos que acuerde una mejor distribución de esos recursos con las provincias.
Mientras el proceso de diáspora avanza lentamente en los bloques oficialistas parlamentarios, se insiste en criticar a los sectores medios, se boicotea la Rural, se defiende a Guillermo Moreno, se toman represalias contra hombres de Cobos en la función pública y se ahoga financieramente a gobernadores a los que se acusa de "traidores". El kirchnerismo puede quedarse solo o apenas acompañado por un puñado de intelectuales que se consuelan afirmando que todavía no hay nada mejor a la izquierda de Kirchner.
Los Kirchner, por lo visto hasta ahora desde su dura derrota parlamentaria, se niegan a aprender. Desde 1987, cuando Néstor asumió la intendencia de Río Gallegos, han hecho del estilo de gestión centralista y confrontativo un emblema. Desde entonces hasta los comicios presidenciales del año pasado, el matrimonio no perdió ninguna elección. ¿Por qué cambiar si a lo largo de veinte años nos ha ido tan bien?, parecería pensar la pareja gobernante.
Algo no está funcionando, sin embargo. El deterioro del poder kirchnerista ha sido ostensible desde que se inició el conflicto entre el Gobierno y el campo. Y ni siquiera un rebote en la imagen positiva de Cristina Kirchner que mide la consultora Poliarquía -pasó del 20 al 28 por ciento en julio- hace ilusionar a los seguidores de la fracción oficialista.
En días recientes, los Kirchner percibieron tantas señales de rebeldía como nunca antes en sus últimas dos décadas.
Néstor jamás había recibido tantas sugerencias para dar un paso al costado y dejar de ser "un ex presidente en ejercicio del Poder Ejecutivo". El gobernador chubutense, Mario Das Neves, se animó a recomendarle que se dedicara a viajar y a brindar conferencias o servicios de consultoría por el mundo. Su par bonaerense, Daniel Scioli, tras algunos pasos en falso que lo hicieron bajar en las encuestas, se animó a sugerirle que se ocupara exclusivamente de la conducción del PJ y que impulsara una autocrítica.
El mandatario sanjuanino, José Luis Gioja, de cuya fe kirchnerista no parecía dudarse, habló pestes de Luis D Elía, y no pocos oficialistas, como el senador José Pampuro, se muestran condescendientes con Julio Cobos.
Lo peor para el kirchnerismo está por venir. Al igual que ayer lo hicieron los gobernadores de Córdoba, Juan Schiaretti, y de Santa Fe, Hermes Binner, comenzarán a llover sobre la Casa Rosada pedidos de mandatarios provinciales de fondos para enfrentar dificultades fiscales que podrían incrementarse si la economía se desacelerara.
La nueva ley de coparticipación federal, tan postergada, podría convertirse en una demanda cada vez más concreta. Sólo falta que se sume públicamente Scioli, pero no es impensable que las presiones lo lleven en algún momento a hacerlo.
El Gobierno quiere desquitarse del campo: evalúa un proyecto para subir las retenciones a las exportaciones de soja. Sigue procurando recaudar más. No advierte que perdería nuevamente la batalla, a menos que acuerde una mejor distribución de esos recursos con las provincias.
Mientras el proceso de diáspora avanza lentamente en los bloques oficialistas parlamentarios, se insiste en criticar a los sectores medios, se boicotea la Rural, se defiende a Guillermo Moreno, se toman represalias contra hombres de Cobos en la función pública y se ahoga financieramente a gobernadores a los que se acusa de "traidores". El kirchnerismo puede quedarse solo o apenas acompañado por un puñado de intelectuales que se consuelan afirmando que todavía no hay nada mejor a la izquierda de Kirchner.