Publicado en la Edición impresa de La Nación del Jueves 27 de marzo de 2008. El Gobierno justificó la marcha y las agresiones de D´Elía. Enfática defensa del jefe de Gabinete.
La consigna fue clara: había que evitar que las ruidosas cacerolas en la Plaza de Mayo emularan las protestas contra Fernando de la Rúa en 2001. Eso reconocían ayer, ya calmados, funcionarios kirchneristas de tercera línea que participaron de la contraprotesta para desactivar el reclamo del campo.
Después de la andanada de críticas que despertó la irrupción de la manifestación oficialista, y en especial la trompada del ex funcionario Luis D´Elía a uno de los manifestantes del campo, el Gobierno respaldó al piquetero. El jefe de Gabinete, Alberto Fernández, un hombre que nunca ocultó su enemistad con el dirigente social, lo defendió. "No me parece razonable cargar las tintas sobre D´Elía. Salió a expresarse como otros se expresaron ayer [por anteayer], con métodos que podrán cuestionarse o no. Es necesario no seguir manipulando a la opinión pública", dijo, en declaraciones a radios.
Con semejante apoyo, el piquetero volvió anoche a la Plaza de Mayo. Por la mañana, había justificado su agresión física contra Alejandro Grahan, un dirigente de Gualeguaychú que participaba de la movilización. D´Elía dijo que le pegó en la cara después de que el diputado del ARI Fernando Iglesias "le pegó una trompada a un compañero" suyo y lo tiró al piso.
Y por si quedaban dudas, el líder piquetero dijo ayer que continuará con su metodología en todo el país hasta que sea necesario. "Nos mantendremos en la calle contra el lockout y contra el conchetaje de Barrio Norte, Recoleta y Belgrano", afirmó.
Nadie, ni en la Casa Rosada ni entre las agrupaciones piqueteras kirchneristas, reconoció ayer que el Gobierno hubiera estado detrás de la contraprotesta. Pero lo cierto es que D´Elía convocó a su gente a la Plaza de Mayo minutos después de salir de la Casa de Gobierno, adonde había ido para escuchar el mensaje de la presidenta Cristina Kirchner contra la protesta del campo. Sus hombres reconocen -por lo bajo, claro- que siempre actúan con la venia de la Casa Rosada. Y que es el Gobierno el que habitualmente aporta la logística para sus manifestaciones.
Pero ayer surgió entre ellos un dato más. "Ahora está Puerto Madero para las convocatorias", reconocía ayer a LA NACION un dirigente que participó de la contraprotesta. "Puerto Madero" significa desde el 10 de diciembre, Néstor Kirchner. El ex presidente, según contó ese mismo dirigente social, les hizo llegar anteanoche un mensaje: "No creo que lleguen a juntar gente". Ayer retomó el canal de diálogo para que hoy se congreguen en Parque Norte, en el acto que él encabezará el ex presidente en apoyo a su esposa.
Debate
La mañana de ayer en los despachos oficiales se convirtió en centros de debate constantes. Fuentes oficiales reconocían con malestar que lo único que quedó reflejado en los medios de la marcha oficialista fue la piña de D´Elía. Y hasta alguno agregó que a Kirchner no le había gustado.
Más allá de eso, ninguno de los ministros que ayer hablaron en cuanto canal y radio pudieron -como Alberto Fernández; el ministro de Justicia, Aníbal Fernández; o el de Economía, Martín Lousteau- reprobó la actitud del piquetero oficialista. Anteayer, cuando la reacción del agro se hacía sentir en las puertas de la Casa Rosada los celulares de la militancia oficialista ardían. Por los pasillos de Balcarce 50 y en las afueras de la Casa Rosada iban y venían funcionarios para monitorear de cerca la protesta. Desde la Secretaría General de la Presidencia, operadores políticos que responden a Oscar Parrilli se mezclaron con la manifestación del campo.
Uno de ellos terminó herido en la revuelta que unas horas después fogoneó D´Elía. Fue Andrés Larroque, que recibió un botellazo en medio de la protesta. El joven trabaja en la secretaría general junto con José Ottavis, el líder de la agrupación Compromiso K. Ambos militan en La Cámpora, el mismo movimiento que integra Máximo Kirchner, el hijo del matrimonio presidencial.
Por Mariana Verón
De la Redacción de LA NACION
La consigna fue clara: había que evitar que las ruidosas cacerolas en la Plaza de Mayo emularan las protestas contra Fernando de la Rúa en 2001. Eso reconocían ayer, ya calmados, funcionarios kirchneristas de tercera línea que participaron de la contraprotesta para desactivar el reclamo del campo.
Después de la andanada de críticas que despertó la irrupción de la manifestación oficialista, y en especial la trompada del ex funcionario Luis D´Elía a uno de los manifestantes del campo, el Gobierno respaldó al piquetero. El jefe de Gabinete, Alberto Fernández, un hombre que nunca ocultó su enemistad con el dirigente social, lo defendió. "No me parece razonable cargar las tintas sobre D´Elía. Salió a expresarse como otros se expresaron ayer [por anteayer], con métodos que podrán cuestionarse o no. Es necesario no seguir manipulando a la opinión pública", dijo, en declaraciones a radios.
Con semejante apoyo, el piquetero volvió anoche a la Plaza de Mayo. Por la mañana, había justificado su agresión física contra Alejandro Grahan, un dirigente de Gualeguaychú que participaba de la movilización. D´Elía dijo que le pegó en la cara después de que el diputado del ARI Fernando Iglesias "le pegó una trompada a un compañero" suyo y lo tiró al piso.
Y por si quedaban dudas, el líder piquetero dijo ayer que continuará con su metodología en todo el país hasta que sea necesario. "Nos mantendremos en la calle contra el lockout y contra el conchetaje de Barrio Norte, Recoleta y Belgrano", afirmó.
Nadie, ni en la Casa Rosada ni entre las agrupaciones piqueteras kirchneristas, reconoció ayer que el Gobierno hubiera estado detrás de la contraprotesta. Pero lo cierto es que D´Elía convocó a su gente a la Plaza de Mayo minutos después de salir de la Casa de Gobierno, adonde había ido para escuchar el mensaje de la presidenta Cristina Kirchner contra la protesta del campo. Sus hombres reconocen -por lo bajo, claro- que siempre actúan con la venia de la Casa Rosada. Y que es el Gobierno el que habitualmente aporta la logística para sus manifestaciones.
Pero ayer surgió entre ellos un dato más. "Ahora está Puerto Madero para las convocatorias", reconocía ayer a LA NACION un dirigente que participó de la contraprotesta. "Puerto Madero" significa desde el 10 de diciembre, Néstor Kirchner. El ex presidente, según contó ese mismo dirigente social, les hizo llegar anteanoche un mensaje: "No creo que lleguen a juntar gente". Ayer retomó el canal de diálogo para que hoy se congreguen en Parque Norte, en el acto que él encabezará el ex presidente en apoyo a su esposa.
Debate
La mañana de ayer en los despachos oficiales se convirtió en centros de debate constantes. Fuentes oficiales reconocían con malestar que lo único que quedó reflejado en los medios de la marcha oficialista fue la piña de D´Elía. Y hasta alguno agregó que a Kirchner no le había gustado.
Más allá de eso, ninguno de los ministros que ayer hablaron en cuanto canal y radio pudieron -como Alberto Fernández; el ministro de Justicia, Aníbal Fernández; o el de Economía, Martín Lousteau- reprobó la actitud del piquetero oficialista. Anteayer, cuando la reacción del agro se hacía sentir en las puertas de la Casa Rosada los celulares de la militancia oficialista ardían. Por los pasillos de Balcarce 50 y en las afueras de la Casa Rosada iban y venían funcionarios para monitorear de cerca la protesta. Desde la Secretaría General de la Presidencia, operadores políticos que responden a Oscar Parrilli se mezclaron con la manifestación del campo.
Uno de ellos terminó herido en la revuelta que unas horas después fogoneó D´Elía. Fue Andrés Larroque, que recibió un botellazo en medio de la protesta. El joven trabaja en la secretaría general junto con José Ottavis, el líder de la agrupación Compromiso K. Ambos militan en La Cámpora, el mismo movimiento que integra Máximo Kirchner, el hijo del matrimonio presidencial.
Por Mariana Verón
De la Redacción de LA NACION