"Una agresión para intimidar" por Evangelina Himitian, lunes 31 de marzo de 2008.
Claudia Benedetto tiene 42 años y está casada con el encargado de la estancia del presidente de la Sociedad Rural de Cañuelas, Alberto Ruete Güemes, uno de los impulsores del corte en el cruce de las rutas 34 y 205. Ayer, cerca de las 10.30, Claudia vivió en carne propia la cara más violenta del conflicto. Según el relato que hizo a La Nacion, estaba haciendo la cama cuando dos jóvenes entraron en su casa, a metros del casco principal. Ella estaba de espaldas. La agarraron de los pelos y una y otra vez golpearon su cabeza contra la pared. Claudia contó que le preguntaron por el patrón y que fue obligada a abrir la puerta de la casa del ruralista. Al no encontrar a nadie, se fueron. Pero antes, ella fue tirada al suelo y pateada. “Decile a Alberto que se deje de joder con lo que está haciendo”, le gritaron. Los dos jóvenes creían que el ruralista se encontraba en el campo, sin embargo, como hasta ayer la zona estuvo sin luz, el hombre decidió no quedarse a pasar la noche y volver a su casa de Buenos Aires para dormir.
La mujer relató la penosa experiencia a LA NACION en su casa en la estancia El Desafío, situada a unos diez metros del casco principal. En el momento de la agresión era la única persona que se encontraba en ese sector de la estancia. En su poder tenía una copia de la denuncia policial radicada en la comisaría local. Un patrullero con dos efectivos está apostado en el ingreso de la finca desde entonces.
Ayer por la tarde, pese a la amenaza, Ruete Güemes seguía firme junto a los ruralistas en el corte de ruta. La medida de fuerza implicaba angostar la calzada con fardos. Los productores repartían volantes alusivos, pero no impedían la circulación ni de vehículos particulares ni de camiones.
Apenas se conoció la noticia de la brutal agresión, distintas entidades ruralistas manifestaron su repudio. La Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa (Carbap) dijo que rechazaba "estos métodos violentos, que dan cuenta del incontrolable accionar de sujetos que, propiciados desde el Gobierno, como Luis D Elía, impiden el reclamo justo de los productores".
Golpes en la cabeza
Mientras habla, Claudia se toca la cabeza y dice que todo le retumba. No tiene signos físicos de la agresión. Explica que no le quedaron moretones, aunque sí un dolor en todo el cuerpo. Tiene el brazo izquierdo con una muñequera de neoprene. Explica que como hace unos meses se lo quebró, ahora le dolían las articulaciones y que el médico del hospital de Cañuelas, donde la atendieron, le aconsejó inmovilizar el brazo.
"Me tomaron por sorpresa. Cuando oí que alguien entró, creí que eran mis hijos Walter y Gisella, que a la noche habían ido a bailar. Pero se me vinieron encima y me golpeaban la cabeza, como para atontarme", dice la mujer.
Ni antes ni después Benedetto oyó el sonido de un automóvil y cree que los jóvenes se fueron a pie, por lo menos hasta la salida de la finca. El campo se encuentra a unos diez kilómetros de la rotonda de Cañuelas.
"Me preguntaron por Alberto. Les gritaba que no estaba, que no había nadie, pero no me creían y era peor. Entonces ofrecí llevarlos hasta la casa", contó Claudia. Se acuerda de que uno de los agresores llevaba una gorrita y que usaba bermudas. El otro, pantalón largo. No tenían armas y en todo momento se aseguraron de que no les viera las caras. "Yo estaba como atontada", dice.
Claudia les abrió la puerta de la casa principal y asegura que los jóvenes revisaron los distintos ambientes, como buscando a alguien. "No revolvieron nada ni se llevaron nada. No buscaban plata ni cosas de valor."
Después, otra vez de los pelos, la llevaron hasta su casa. Abrieron la puerta y la empujaron hacia adentro con fuerza. "Ahí me caí al suelo, entonces empezaron a patearme en la espalda y en la cabeza. Yo me tapaba la cara con las manos. Entonces me dijeron eso. Me dijeron «decile a Alberto que se deje de joder con lo que está haciendo». Después se fueron. Yo me quedé así unos minutos. No entendía nada de lo que estaba pasando. Después me levanté, toda temblando, y llamé por el celular a mi hijo", relata Claudia.
Benedetto trabaja desde hace 14 años en la estancia El Desafío y asegura que conoce a Ruete Güemes de toda la vida. "Toda mi familia siempre trabajó en los campos de su familia", cuenta.
La mujer está convencida de que los agresores tenían pensado darle tal paliza a Ruete Güemes o a algún miembro de su familia para intimidarlos. "Ellos conocían los movimientos de acá. Sabían que el día anterior habían estado en la casa. Incluso la hija de Alberto con sus hijitos iban a quedarse el fin de semana. Pero al final no lo hicieron porque todavía no había vuelto la luz", contó Claudia.
Ruete Güemes se mostró consternado por lo ocurrido y vinculó la agresión a grupos "que están molestos con la medida", aunque no dio precisiones. "Creo que somos el corte más pacífico de los que se están llevando adelante. Esta agresión, además de injustificada, es contra todos aquellos que queremos un país libre", dijo.
Claudia Benedetto tiene 42 años y está casada con el encargado de la estancia del presidente de la Sociedad Rural de Cañuelas, Alberto Ruete Güemes, uno de los impulsores del corte en el cruce de las rutas 34 y 205. Ayer, cerca de las 10.30, Claudia vivió en carne propia la cara más violenta del conflicto. Según el relato que hizo a La Nacion, estaba haciendo la cama cuando dos jóvenes entraron en su casa, a metros del casco principal. Ella estaba de espaldas. La agarraron de los pelos y una y otra vez golpearon su cabeza contra la pared. Claudia contó que le preguntaron por el patrón y que fue obligada a abrir la puerta de la casa del ruralista. Al no encontrar a nadie, se fueron. Pero antes, ella fue tirada al suelo y pateada. “Decile a Alberto que se deje de joder con lo que está haciendo”, le gritaron. Los dos jóvenes creían que el ruralista se encontraba en el campo, sin embargo, como hasta ayer la zona estuvo sin luz, el hombre decidió no quedarse a pasar la noche y volver a su casa de Buenos Aires para dormir.
La mujer relató la penosa experiencia a LA NACION en su casa en la estancia El Desafío, situada a unos diez metros del casco principal. En el momento de la agresión era la única persona que se encontraba en ese sector de la estancia. En su poder tenía una copia de la denuncia policial radicada en la comisaría local. Un patrullero con dos efectivos está apostado en el ingreso de la finca desde entonces.
Ayer por la tarde, pese a la amenaza, Ruete Güemes seguía firme junto a los ruralistas en el corte de ruta. La medida de fuerza implicaba angostar la calzada con fardos. Los productores repartían volantes alusivos, pero no impedían la circulación ni de vehículos particulares ni de camiones.
Apenas se conoció la noticia de la brutal agresión, distintas entidades ruralistas manifestaron su repudio. La Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa (Carbap) dijo que rechazaba "estos métodos violentos, que dan cuenta del incontrolable accionar de sujetos que, propiciados desde el Gobierno, como Luis D Elía, impiden el reclamo justo de los productores".
Golpes en la cabeza
Mientras habla, Claudia se toca la cabeza y dice que todo le retumba. No tiene signos físicos de la agresión. Explica que no le quedaron moretones, aunque sí un dolor en todo el cuerpo. Tiene el brazo izquierdo con una muñequera de neoprene. Explica que como hace unos meses se lo quebró, ahora le dolían las articulaciones y que el médico del hospital de Cañuelas, donde la atendieron, le aconsejó inmovilizar el brazo.
"Me tomaron por sorpresa. Cuando oí que alguien entró, creí que eran mis hijos Walter y Gisella, que a la noche habían ido a bailar. Pero se me vinieron encima y me golpeaban la cabeza, como para atontarme", dice la mujer.
Ni antes ni después Benedetto oyó el sonido de un automóvil y cree que los jóvenes se fueron a pie, por lo menos hasta la salida de la finca. El campo se encuentra a unos diez kilómetros de la rotonda de Cañuelas.
"Me preguntaron por Alberto. Les gritaba que no estaba, que no había nadie, pero no me creían y era peor. Entonces ofrecí llevarlos hasta la casa", contó Claudia. Se acuerda de que uno de los agresores llevaba una gorrita y que usaba bermudas. El otro, pantalón largo. No tenían armas y en todo momento se aseguraron de que no les viera las caras. "Yo estaba como atontada", dice.
Claudia les abrió la puerta de la casa principal y asegura que los jóvenes revisaron los distintos ambientes, como buscando a alguien. "No revolvieron nada ni se llevaron nada. No buscaban plata ni cosas de valor."
Después, otra vez de los pelos, la llevaron hasta su casa. Abrieron la puerta y la empujaron hacia adentro con fuerza. "Ahí me caí al suelo, entonces empezaron a patearme en la espalda y en la cabeza. Yo me tapaba la cara con las manos. Entonces me dijeron eso. Me dijeron «decile a Alberto que se deje de joder con lo que está haciendo». Después se fueron. Yo me quedé así unos minutos. No entendía nada de lo que estaba pasando. Después me levanté, toda temblando, y llamé por el celular a mi hijo", relata Claudia.
Benedetto trabaja desde hace 14 años en la estancia El Desafío y asegura que conoce a Ruete Güemes de toda la vida. "Toda mi familia siempre trabajó en los campos de su familia", cuenta.
La mujer está convencida de que los agresores tenían pensado darle tal paliza a Ruete Güemes o a algún miembro de su familia para intimidarlos. "Ellos conocían los movimientos de acá. Sabían que el día anterior habían estado en la casa. Incluso la hija de Alberto con sus hijitos iban a quedarse el fin de semana. Pero al final no lo hicieron porque todavía no había vuelto la luz", contó Claudia.
Ruete Güemes se mostró consternado por lo ocurrido y vinculó la agresión a grupos "que están molestos con la medida", aunque no dio precisiones. "Creo que somos el corte más pacífico de los que se están llevando adelante. Esta agresión, además de injustificada, es contra todos aquellos que queremos un país libre", dijo.